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“Fierro” Martínez y una vida defendiendo con fiereza los colores verdinegros de Scout

por | Dic 17, 2017 | Noticias

Hace unos días, Raúl Martínez Ruiz celebró 72 años de forma tranquila y en familia. Reacio a los homenajes y reconocimientos, terminó accediendo a contar parte de su vida, sazonada con divertidas anécdotas, de lo que fue su trayectoria como futbolista, siempre defendiendo los colores de Scout. Esa pasión la traspasó a sus hijos, Ricardo y Raúl, que sin embargo, siempre tuvieron la sombra de “Fierro”, apodo con el que su padre es recordado aún, por muchas personas que aún se soban las canillas.

Raúl Martínez Ruiz fue un aguerrido defensor central, que fue reconocido por su fiereza, pero sobre todo, por su lealtad a la hora de disputar un balón. A diferencia de otros que se hicieron mala fama de “hacheros”, en el caso de Martínez, la diferencia la marcaba la reciedumbre, la seguridad en sus medios y ni una pizca de temor. Así se ganó el respeto y reconocimiento, por más que muchos temieran pasar por su lado. Era de esos que no escatimaba esfuerzos a la hora de recuperar una pelota. Tanto que siempre lo molestaban de que el pantalón blanco del Scout duraba limpio sólo dos minutos, porque apenas sonaba el pitazo inicial, Martínez se barría sobre el rival para imponer respeto de entrada.

Ese carácter lo forjó desde niño, con vivencias que lo endurecieron en sus primeros años. “Mi papá era militar y jugaba de puntero izquierdo, se fue de la casa cuando yo tenía entre 6 y 7 años, quedé solo y me crecí solo prácticamente. Y en el Instituto Don Bosco me inicié, jugaba todo el día, yo nací en diciembre de 1945 y estuve 11 años donde los curas, así que ahí tendría unos 16 años, en los años 60-61 más o menos, que empecé a jugar”.

Recuerda que estaba en la cancha prácticamente todo el día, llegando antes de clases para poder pelotear un rato, “no con mucha técnica, pero siempre con mucha entrega”, apunta. “Yo me inicié en la Pandilla de mi Barrio, jugué en el club Atilio Cremaschi, que tenía el señor Cayul, y ahí era arquero. Esa cancha estaba ubicada donde está el Hospital Naval ahora (Avenida Bulnes y Capitán Guillermos), ahí empecé de forma más ordenada, y después a los 12-13 años me fui al Scout, donde llevo toda la vida, que la semana pasada cumplí 72 años, así que tengo como 60 años en el Scout. Igual dirigí a otros equipos, pero en Scout partí de infantiles y 20 años en primera división”, resumió orgulloso.

Nace el “Fierro”

De esa época del Don Bosco lleva el apodo de “Fierro”, que incluso tuvo consecuencia en sus hijos. “Los del Español que son unos tremendos bandidos a mi hijo Raúl le decían ‘latita’, al mayor, Ricardo, ‘latón’, porque no era tan recio y a mi hija, ‘lámina’”, comenta riendo.

“Uno de mis compañeros de Scout, Filadelfio Ampuero me dijo ‘tú golpea nomás, que si alguien te quiere pegar, yo te defiendo’, y eso hacía, a veces en la cancha del Barrio Sur tenía que salir arrancando atrás del arco. Siempre fui delgado y me veían debilucho, pero siempre recio para jugar, aunque nunca malintencionado. Acá había jugadores espectaculares, pero nunca busqué a alguien para dejarlo tirado, siempre justo a la pelota. Nadie puede decir que ‘Martínez me buscó para golpearme’. Igual me tenían mucho respeto, no por matón, pero sí muy honesto a que pelota dividida siempre iba a ganarla. Aparte que el central no puede mirar para atrás, el último hombre controla todo el juego prácticamente”, postuló.

Esa característica casi lo llevó al fútbol profesional. “Una vez estaba en el camarín del Scout, tenía unos 18 años y llegó el señor Tonini que era gerente de Enap Magallanes, y me dijo ‘tú te vas a probar al norte, te doy una carta y te vas a probar al Audax Italiano’, pero me fui de manera artesanal, poco más y me voy en bicicleta. Me fui en la motonave Osorno o Navarino, en primera clase, a Puerto Montt, donde tenía un familiar que igual había sido seleccionado, Osvaldo Valderas, y de ahí demoré como día y medio a Santiago. Allá ubiqué la sede de calle Lira, dije que iba a probarme, mostré la recomendación y me dijeron “ahora no sacamos nada porque están todos de vacaciones”’. Primer intento fallido.

Posteriormente viajó a Valparaíso, donde un primo, en el sector de Playa Ancha, y jugó en el club Alejo Barrios y en una filial de Colo Colo, en Olmué algunos partidos amistosos. “Un día fui al Barrio Chino a tomarme una cerveza y me encontré con Raúl Paredes, ‘Cabezón’, que trabajó en Aduanas y jugó por Magallanes. Me dijo que andaba con Machuca Ruiz y que me quedara a jugar y que me llevaba a Wanderers. Le dije que no, que ya tenía pasaje de vuelta así que regresé y fue mi gran oportunidad. Yo tenía 18-19 años. el año 63 más o menos, pude haber jugado con Elías Figueroa, que tenía la edad mía y empezaba en esa época. No me arrepiento, porque así como me gustaba el fútbol, me gustaba estar con mi familia y mis cercanos”, se consuela.

Así que volvió a defender a Scout, club al que le costó dejar de forma competitiva. “Me retiré oficialmente el año 77, me entregaron una bandeja, pero jugué como cinco años más, tenía como 32 años y terminé jugando hasta los 37, me hicieron como tres despedidas porque siempre llegaban jugadores buenos y ya no entrenaba mucho. Una vez fuimos a jugar un amistoso a Río Seco, estaban los Maldonado allá, y dos dirigentes de mi club se abrazan ‘acá está el central que nos faltaba’, yo estaba escuchando… ese es el pago de Chile, -pensé- y no quise ir más a jugar. Como a las tres semanas los directivos vuelven con la cola entre las piernas ‘oye Martínez ‘tenís’que ir a jugar?’ y les dije ‘no se abrazaron el otro día diciendo que habían encontrado el central? Bueno, me fui’. “No, pero no hay comparación’, se disculparon, así que volví a entrenar y jugar”, relata.

Su historia como DT

Antes de colgar definitivamente los botines, Raúl Martínez ya dirigía a las series menores, trasladando la mano dura ahora a la banca, para bajarle los humos a más de algún cabro tirado a figura. También sufrió la incomprensión de los hinchas cuando en la Asociación 18 dirigió al Presidente Ibáñez, porque “en ese tiempo ellos estaban un poco más atrasados que en la Asociación Punta Arenas, y cuando hacíamos calentamiento previo, la gente se reía porque hacíamos ejercicios de soltura, piques cortos, pero después lo entendieron. Hubo gente que me ayudó, como Bernardo Vera”, recordó Martínez.

De a poco fue abandonando el trabajo de cancha, aunque siempre jugando por los seniors. Pero fue su trabajo como mueblista el que empezó a darle más réditos económicos y el fútbol pasó a ser un hobbie. Su formación en el Instituto Don Bosco lo convirtió en un gran creador de muebles, como muchos de los que adornan su casa, consiguiendo sorprendentes aplicaciones. “De los once años buscaba trabajo, terminaban las clases en esta época y empezaba a buscar trabajo, a los locales comerciales, para los mandados y trabajaba todo el verano. Empecé a hacer mesas, medio artista, pero seco, todo lo hice yo. Nunca me faltó nada porque fui muy trabajador, a veces me entusiasmo, un mes y descanso, no es que me sobre la plata, pero tampoco quiero matarme trabajando”, comentó.

Los herederos

La proyección en la cancha la continuaron sus hijos Raúl y Ricardo, pero aunque destacaron, no llegaron a alcanzar la notoriedad y fama del padre. “El mayor, Raúl, estuvo en las inferiores de O’Higgins y Unión Española, y después el del medio, Ricardo, tuvo tremendas posibilidades para seguir en el fútbol, pero no se cuidó, desaprovechó las oportunidades y además se lesionó, tuvo una lesión en el hueso calcáneo (talón) y de ahí no jugó. Mario Galindo lo llamó a la Selección como a los 19 años, tenía una tremenda potencia futbolística, mucho más fuerte, más rápido, recio, era central igual, pero como viajaba no pudo mantenerse, además que se lesionó la rodilla”. Así que el talento continúa con su nieto Nicolás Aguila, hijo de Paola Martínez, y que ahora juega por Magallanes, “pero ahora está preocupado de sus estudios, así que se está diluyendo un poco la cosa, es el único que sigue jugando”, indicó Raúl Martínez, que solamente muestra su lado sentimental al hablar de su nieta de 5 años y medio, Ignacia, que practica natación y atletismo.

Aunque físicamente se encuentra bien, lo mismo que de salud, Raúl Martínez está alejado de la cancha, pero nunca de su querido Scout, club en el que actualmente es directivo. “Solamente tengo el cargo de director, pero meterme a la secretaría, tesorería, presidente, no tengo dedos para el piano. Ha sido preciosa mi vida deportiva, siempre voy al centro y me saluda gente, muchas veces no los reconozco. En Puerto Montt también me ha pasado, pero tantas veces jugando en tantas canchas, muchos cambiaron, pero todo es muy grato”, concluyó agradecido, “Fierro” Martínez.

Las anécdotas de un central recio

Jugando con “Chamaco” y Galindo

Uno de los episodios más divertidos que recuerda “Fierro” Martínez, se produjo en 1975. En ese entonces el relator Vladimiro Mimica también era promotor de eventos y ese año trajo a los jugadores de la Selección Chilena, Francisco “Chamaco” Valdés y el puntarenense Mario Galindo.

“Como Mario (Galindo) era de Magallanes, jugó por ellos y ‘Chamaco’ por Scout, y lleno el estadio, porque eran seleccionados, además que Valdés era goleador. Antes del partido, Mimica fue al camarín y dijo ‘lo único que les pido es que sean caballeros con ellos y les den todas las posibilidades para que muestren como juegan’… y de ahí la recomendación especial: ‘Y tú Martínez, ten cuidado, no vayas a hacer algo’. Entonces Mario tomaba la pelota y nadie lo tocaba, hasta que fui a una y le di un canillazo, la gente se reía. Después pasó lo de los tiros libres, que ‘Chamaco’ tenía fama y antes de chutear, la gente se paraba, pero después del tercer tiro libre que pateó y que no lo metió, ‘Chamaco’ le tocó el hombro a ‘Manolo’ Latorre y le dijo si podía patear, chuteó Manolo y la clavó seco en el arco de Magallanes, fue muy lindo gesto de Chamaco”.

Inicio como DT

Su fama no le sirvió de mucho a la hora de empezar a entrenar a otras series, pero con entereza fue imponiéndose como un DT imposible de pasar, tal como en la cancha. “Dirigí a Español, donde el ‘Negro’ Bórquez dijo ‘no, si ese fue un patadura, qué va a dirigir’, pero hay algo que mucho no se comenta: El central es el que mejor ve el fútbol, porque tiene la panorámica completa. Y aunque el arquero tiene más panorámica no tiene el roce de la cancha o la presencia. A mi hijo Ricardo, que era bueno para la pelota, íbamos invictos, pero yo a él lo dejaba en la banca y le decía a la gente ‘pregúntele por qué no juega’, porque había llegado tarde y él es mi hijo y yo como padre tengo la tremenda responsabilidad de ser entrenador. El sabía y estaba advertido. El segundo tiempo entraba”, recordó y por eso, también ejemplificó con lo más reciente que ocurrió en la Selección Chilena. “Por eso critico al DT que no puede ser sentimental para sus cosas, el caso de Pizzi, manito blanda, él aguantó que lo muñequeen”.

Menos mal que eran compañeros

“El único problema lo tuve con un compañero de equipo, que no supe que lo había lesionado en una práctica. Jugaba en la ‘18’ por un equipo, era muy técnico y habilidoso, pero pasó un rato en que no llegó más como en dos tres meses, le pregunté qué pasó y me dice ‘cómo que qué me pasó? La patada que me pegaste, caí mal y me quebré el brazo, estuve enyesado no sé cuánto tiempo’, pero fue algo fortuito. Igual no quiero dar nombres pero le saqué los zapatos a varios, a ‘Toto’ Ríspoli en una trabada le saqué el zapato, trababa y con el otro pie le sacaba el zapato, eso no lo hacía cualquiera. Tiempo y distancia”, fue su receta.

Fierro de exportación

No sólo en Magallanes conocieron el estilo de Raúl “Fierro” Martínez.

“En giras fuimos a San Julián, Santa Cruz, Caleta Olivia, todo el sur de Argentina. Nos recibían como delegaciones de gran nivel, nos daban esquinazos con grupos folclóricos. Siempre nos llevábamos bien. Eramos bien catalogados, lo mismo que en Natales”, recordó. Pero equipos de esa zona también llegaban a la región y ahí apareció otra anécdota: “Vino a jugar Santa Cruz de Argentina y venían los cinco hermanos Gal y uno había jugado por Huracán de Buenos Aires, era centrodelantero. Estadio lleno y estaba transmitiendo (Vladimiro) Mimica. Antes que termine el primer tiempo chocamos en un cabezazo y caímos seco los dos. Me había quebrado los dientes de adelante, pero a él se lo llevaron al hospital y yo me puse un pañuelo mojado y seguí jugando. En la noche fui al cóctel y tomaba algo y sentía los golpes aquí (muestra los dientes de adelante) y tenía los nervios colgando. Al año después vino y me ubicó, y me dijo que perdió el ojo. Tremendo choque, es que yo era muy crudo”, admitió.

Su amigo el “Loco” Araya

Siempre los centrales duros tienen historias con los árbitros, y uno de los jueces más reconocidos de Magallanes, Angel “Loco” Araya, da para capítulo aparte, por su histrionismo a la hora de dirigir.

“La mejor talla que he visto acá fue con el Español y el ‘Loco’ Araya hacía movimientos para arbitrar, y la barra en ese tiempo estaba en el centro del estadio. En una, el ‘Loco’ cobra un foul y de la barra le gritan ‘Loco, tu marrueco’ y el loco que se mira; la gente muerta de la risa y él colorado”.

“Una vez me echó, y le dije ‘Loco, soy el capitán’. Y me responde ‘con mayor razón, te vas pa’ afuera’, y tenía razón porque yo tenía que dar el ejemplo. Tuve pocas expulsiones, yo nunca amenacé, solamente fui fuerte”.

De choro, a choro y medio

En un partido con de Fitz Roy, bajamos ‘a pata’ a la cancha del Barrio Sur, y del otro lado Velich, tremendo wing que preguntaba ‘¿quién es ‘Fierro’ Martínez?’ y los compañeros le decían ‘ten cuidado con ‘Fierro’ Martínez’ y seguía, ‘¿Y quién es ‘Fierro’ Martínez?’.

En una jugada, hizo un enganche, pasó y pam!, seco le di, ‘Ese es ‘Fierro’ Martínez’ le dijeron. A mí me reclamaban siempre, “pucha ‘Fierro’, dos minutos te duró limpio el pantalón’, por las barridas, como era pantalón blanco”.

De pocos goles

Al ser defensa encargado de imponer respeto, Raúl “Fierro” Martínez poco incursionó en la ofensiva. Aunque tiene unos pocos goles, uno de los más bonitos… fue en su propio arco. “Uno antes tenía que adivinar dónde iba la pelota, había que calcular mucho, por las pelotas y por el viento. Una vez le hice un golazo a Pancho Román, se la jugué pa’ atrás, me fueron a presionar y se lo mandé seco, autogol, el mejor gol que hice en mi vida. Hice pocos goles, en baby sí, yo pateaba los penales, pero cuando perdí uno los dejé de patear. Siempre arriba o cruzado”.

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